¿Qué haces por aquí? {Alex}

Aquella mañana me había levantado con unas ganas increíbles de ir de compras. Sí, me gustaba planear lo que iba a hacer durante el día desde el momento en el que habría los ojos. Me levanté, me estiré un poco y me dirigí hacia la ducha. Al rato, ya estaba saliendo de casa con el mejor modelito de día de verano que tenía. Me puse las gafas de sol y conduje hasta llegar a mi paseo de tiendas favorito.
Empecé a comprar, comprar y comprar… hasta que me entró hambre y decidí ir a uno de los hoteles que por allí había y comer algo. Eso sí, en ningún momento, abandoné la pose que más atraía a los paparazzis y, por supuesto a las miradas. Pedí mi comida y mientras me la traían, empecé a ojear una revista. ¡Vaya! Si salía yo. Pero, ¿qué…? ¿Cómo se les ocurre utilizar photoshop conmigo? Mi piel es perfecta y tiene un bronceado fantástico. Dejé la revista sobre la mesa y empecé a comer. Esperé que aquel día mejorara un poco. No me gustaba que hicieran esas cosas conmigo en las fotos.

Me estaba preguntando que hacer un día de fiesta. Por fin tenía un día de descanso y por mi no lo iba a aprovechar. Estuve por quedarme todo el día metido en casa, tumbado en el sofá, viendo la tele y comiendo cualquier cosa. Pero también tenía ganas de salir por ahí, a dar una vuelta y posiblemente a comer en uno de estos sitios de comida rápida. Así que me preparé bien, me duché y me vestí rápidamente para salir a comer esa comida que no comía nunca pero que en realidad era la que más me gustaba.
Veía por todos los sitios a mis grandes amigos, los paparazzis, a los que tanto quería y adoraba, que se note el sarcasmo. Se creían que yo era ciego o algo, porque esconderse detrás de arbustos y plantas ya estaba muy visto. Pero no quería que me arruinaran el día, así que pasé de largo hasta que llegué a un hotel. Allí no harían comida rápida, pero tendrían algo para picar y además, ya me había cansado de andar. Entré y pedí un donuts, porque no había otra cosa y me senté en una mesa a ver pasar a la gente mientras de vez en cuando me ponía a jugar con el móvil a uno de esos juegos que ya los tenía más que pasados de nivel.

Terminé de comer. Suspiré ante lo aburrida que parecía avecinarse la tarde. Me apetecía salir por ahí con algún amigo o amiga. Pero, claro, ¿quién? Seguramente, casi todos estarían ocupados en cualquier cosa y no tendrían tiempo para salir a tomarse algo conmigo. Me apoyé en el respaldo de la silla y observé quién estaba por allí. A lo mejor conocía a alguien. Bingo. Mi queridísimo amigo Alex estaba sentado en una mesa un poco alejada de la mía, cómo no, jugando con su móvil. Rodé los ojos y cogí el mío. Empecé a teclear palabras mientras sonreía.

Esperé a que se diera cuenta de todo lo que acababa de mandarle. Mientras, me terminaba la bebida de la que todavía me quedaban un par de tragos.

Ya me empezaba a aburrir de jugar con el móvil. Me había pasado ya todos los juegos y no tenía gracia, me tendría que comprar un móvil nuevo para probar más, o quitárselo a alguien. No, no, eso no que luego a saber que pensaban de mi. En fin, yo seguía jugando a ese juego aburrido cuando de repente me llegó un mensaje de alguien que me lo esperaba de cualquier otra persona menos de ella. Miré un poco al frente sin apenas mover la cabeza, solo con los ojos y evité la risa mientras contestaba su mensaje y dejaba el juego.

Contesté mientras me acababa el donuts. Ya le valía a la niña con la tontería. Por su culpa me estaba gastando el saldo del móvil, gracias a que no se quería mover del sitio. Ya podía levantarse ahora a saludar, porque como me mandase otro mensaje.. Tampoco la iba a hacer nada, pero simplemente el móvil que necesitaba para jugar a juegos nuevos iba a ser el suyo.

Nada más contestarle, esperé a que ella no hiciera lo mismo. Hoy no era mi mejor día, por lo tanto no quería descargar con quien no tenía la culpa. O sí, quien sabe. Pero lo único que pude hacer fue abrir los ojos como platos al ver que venía hacia mi mesa. Pero eso no me preocupaba demasiado, lo que en realidad me preocupaba era que viniera con cara de pocos amigos. Así que me eché un poco hacia atrás sobre el respaldo de el asiento y esperé a que llegara.

No serás capaz de dejarme de seguir en el Twitter. Dije bromeando, aunque sabía que era de broma, en realidad me tomaba muy serio lo del Twitter, por lo tanto me molestaba que dijera eso. Pues va a ser ese el problema, que no las sabía apreciar, pero espero que comprendas que en eso del polvo no hay mucho que apreciar. Dije arqueando una ceja. ¿A mi? ¿Gustarme eso? Sigue soñando. Dije guiñándole un ojo y aguantando la risa. Hola a ti también. Le dije algo serio, ya que estaba tardando mucho en decirlo.

Estaba todo el día en plan vacile con ella, el problema, al igual que ella se pensaba que yo nunca sabía apreciar las cosas bonitas que me decía, era que a veces no sabía si decía las cosas también siguiéndome el rollo o de verdad le molestaba lo que decía, así que yo ya prácticamente optaba por el punto de seguir molestándola, porque no me quedaba de otra.

No sabía si al final era ella la que me estaba vacilando a mi. A veces se portaba de unas maneras en las que necesitaba en GPS porque me perdía y no me terminaba de encontrar. No sabía si era bipolar, si tenía un trastorno, si era así de nacimiento o qué, pero en fin, a lo que iba. Bueno, no te lo voy a negar, pero no se si soy capaz de todo, pero si de casi todo. Dije bromeando. ¿Tanto te molestaba que no te prestara atención? Que posesiva, todo para ti. Dije aguantando la risa. Estaba pensando en que era delante, detrás, debajo o encima, pero mejor me iba a callar por si acaso, no fuera que como de costumbre, metiendo la pata. No sé, dímelo tú, que al parecer llevabas mejor la cuenta que yo. Dije sonriendo al igual que ella.

Bueno, todas todas no, las posesivas, las feas y las que están mal de la cabeza como que no. Esas se pueden ahorrar el correr detrás mío. Dije pensativo. Pues creo que no. Contesté mientras negaba con la cabeza. Me daba realmente igual si a la gente no le gustaba como era, ese no era mi problema. Pues me va bien, no me puedo quejar. ¿Y tú? Pregunté arqueando una ceja mientras miraba para otro lado, aunque de vez en cuando la miraba para que supiera que la estaba haciendo caso aunque no era así. Ya que la chica estaba por la labor de no querer hablar, yo tampoco iba a perder demasiado el tiempo de esa forma. Si no quería escucharme me daba igual, pero que por lo menos no hubiera venido a mi mesa. Casi que prefería que me hablara por mensajes.

Cada vez veía más normal el porqué que todo eso se hubiera acabado. Y menos mal, porque yo tanta paciencia con ella no llegaba a tener. La podía tener con cualquier otra persona menos con ella. Al parecer tenía un don para tocarme lo que no me tenía que tocar y empezaba a parecerme inaguantable con sus subidas y bajadas de carácter. Que no le iba a decir por donde se lo podía meter. ¿Miedo? Para nada. Dije negando con la cabeza serio. Yo no tengo porque saberlo, ni que tu supieras todo sobre mi. Dije arqueando una ceja. Ya me daba igual prácticamente todo lo que decía, al parecer había descubierto también que no se podía hablar con ella. No sé, espero que no, pero eso ya queda a tu gusto. Dije mirando por la ventana. Pues puede ser, aquí cada uno utiliza a quien quiera como quiera. Dije irónicamente pensando en que era precisamente para lo que me utilizaba ella.

Pues como que no, prefiero dejarle esa tarea a otra persona, si es posible claro. Contesté mientras seguía mirando pasar a la gente por la calle. Es lo que hay. Dije mientras me encogía de hombros. Al parecer todavía no se había dado cuenta de como era, parecía sorprendida y no encontraba el porque. Además a quien le gustara bien, y a quien no, también. No me extraña. Dije murmurando en bajo pensando en que normal que se aburriera. Sí claro, vete a casa y ponte a jugar a las cartas o a regar las plantas. Pero las plantas que estén dentro de casa, no en el balcón, que ahí te pueden pillar. Respondí rodeando los ojos. En este mundo, debería saber quien era, y que gente como ella no se iba a librar de los paparazzis por mucho que quisiera.

Todavía la niña tenía ganas de bronca, pues nada, que se le iba a hacer. Ahora tocaba utilizarla para quitarme el aburrimiento. Me valía cualquier cosa para quitarlo, incluso ella, seguro que con la cantidad de bobadas que decía, me hacía soltar alguna que otra carcajada. Pues que sepas que contar chistes se te da pena. Por si todavía no lo sabías, que eso ya es difícil, porque es raro que no te lo hayan dicho ya. Dije sonriendo falsamente. Por si no te habías dado cuenta, las veces que pasó eso, se pueden contar con los dedos de una mano. Dije riendo. Se creía que yo me quedaba satisfecho o algo. Pues iba muy mal. No, más que nadie no, yo me puedo llevar la medalla de plata, pero la de oro te la llevas tú y creo que lo sabe todo el mundo. Dije sonriendo otra vez. Le podían dar un pin o algo, ya que la medalla no la tenía, pero mejor no, no lo fuera a utilizar para algo.

Gracias. Muy amable por tu parte. Dije asintiendo con la cabeza. Yo tenía cantidad de cosas que llamarle. Pero ahí se veía mi educación y se veía la suya. Eso era lo que hacía en un lugar público, pues a saber lo que hacía en lugares privados. De nada, ya sabes, cuando quieras, aquí estoy para llamártelo cuantas veces quieras. Ella siempre quería ser el centro de atención en todo, me daba igual, estaba suficientemente acostumbrado y que me tirase una simple bebida era algo mínimo. Pero por supuesto si su educación se veía ahí, yo no me iba a quedar parado. Cogí una simple tarta, me acerqué a ella y se la estampé contra la cara. Ahí va, ¿pero que te ha pasado? Dije abriendo los ojos como platos. Mira, ahí al fondo hay un baño, límpiate anda, que parece que vienes de una cuadra. Dije evitando la risa mientras me largaba del hotel. Esperaba que no me encontrase otro día con ello, porque eso si que era lo mínimo que yo podía hacer. Me fui simplemente porque seguro que iba a hacerme alguna otra cosa, ya me podían llamar cobarde pero yo no me iba a dejar mojar ni manchar por nadie, y menos por esa.